El capital humano constituye el factor más importante entre aquellos que contribuyen a mejorar la competitividad de un país. Invertir en ello es apostar por el individuo, es generar una sociedad con mayor igualdad de oportunidades, y es, también, estimular un desarrollo económico equilibrado, sostenible y más adaptado a las necesidades del mercado de trabajo.

En España existe un evidente desajuste entre oferta y demanda, agravado especialmente por la vertiginosa transformación tecnológica que registra nuestro sistema productivo. Nos encontramos con la paradoja de que, en un país con un nivel de paro muy alto, las empresas tienen problemas para cubrir muchas de sus vacantes, pues no encuentran perfiles profesionales adecuados.

Apostar por la formación y la educación se presenta como la mejor forma de luchar contra el desempleo, así como motor de desarrollo y modernización de nuestro entorno socio económico.

La formación de calidad, accesible para todos los ciudadanos sin distinciones, es una conquista social, que debe servir para formar personas capaces de labrarse un futuro en el que se valoren sus méritos y aptitudes.

La formación es la piedra angular de la capacitación de los trabajadores y el elemento clave para poder subsanar el desajuste entre oferta y demanda, adecuando así los perfiles profesionales a las verdaderas necesidades de las empresas, que son las que crean empleo.

Las empresas demandan jóvenes que muestren su compromiso con el proyecto, ganas de aprender y de aportar su talento, y valoran con especial atención la experiencia. La formación moderna, la formación 4.0, debe incorporar el aprendizaje en entornos reales de trabajo, de forma que los jóvenes aprendan a convivir con los problemas cotidianos con los que se enfrentarán, para poder resolverlos mejor cuando se incorporen a la plantilla, a la vez que mejoran su motivación.

Las empresas, como generadoras de más del 80% de empleo, y en concreto las empresas familiares, como generadoras de casi el 70%, han de tener un papel protagonista en la configuración del sistema formativo.

En este sentido, una formación profesional de calidad atrae a más jóvenes, reduce el abandono escolar, mejora la empleabilidad y contribuye a un mejor aprovechamiento del talento. La Formación Profesional Dual constituye un modelo de futuro, ya contrastado en otros países europeos, que puede contribuir a reducir el desajuste actual entre oferta y demanda del mercado de trabajo, modernizar y actualizar el sistema de FP.