Los naranjos de Juan Roig

 

Por Andrés Sendagorta:

«En ‘Los Naranjos del Lago Balatón’, el politólogo Maurice Duverger, auténtico referente del pensamiento socialdemócrata europeo, cuenta la siguiente anécdota ocurrida en la Hungría de los años del estalinismo. En su afán por garantizar la autosuficiencia alimentaria, los planificadores estatales decidieron plantar naranjos en los bordes del lago Balatón. Encargaron el proyecto a un ingeniero agrónomo que hizo notar a las autoridades que las heladas invernales suponían un grave riesgo para la plantación. Por encima de las objeciones técnicas prevaleció la decisión del partido, cuya infalibilidad no podía ser cuestionada. Los naranjos se plantaron.  En dos años, todos sin excepción habían marchitado por causa del frío. Por supuesto, el partido hizo fusilar al ingeniero por contrarrevolucionario.

La vitalidad y el dinamismo de la sociedad civil, la actividad de los ciudadanos que ejercen como individuos libres en el marco de convivencia que establecen los regímenes constitucionales democráticos, son los mejores antídotos contra esa forma de vivir -y de morir- que nos narra Duverger.

En ese marco de convivencia democrática, los ciudadanos pueden desarrollar su potencial y construir sus vidas, forjando una realidad que va mucho más allá del ruido de las soflamas y los discursos. Para muchos, una parte considerable de su quehacer diario, muy importante para lo que de verdad constituye nuestra vida, ocurre en las empresas en las que trabajamos.

Las empresas familiares españolas han protagonizado la transformación y modernización de la España democrática y, al ritmo de la sociedad española, han contribuido a convertir un país lastrado por décadas de marginalidad, en una nación moderna, dinámica, con presencia en el mundo entero. Esas empresas, que toman sus decisiones en España, que están comprometidas con la sociedad y con las comunidades en las que se han creado, y que basan sus proyectos en el largo plazo, son el fruto del esfuerzo de millones de españoles que, a diario, sin estridencias, dedican lo mejor de sí mismos a que las cosas, las que de verdad existen, se hagan bien.

Los empresarios familiares han sabido satisfacer necesidades de los ciudadanos por medio de un determinado producto o servicio, con la particularidad de que, para hacerlo, además de trabajo, entusiasmo y perseverancia, ponen en juego su propio patrimonio y el de su familia, contribuyendo de forma definitiva a mejorar la vida de todos.

Para existir y crecer las empresas familiares necesitan la estabilidad y el clima de convivencia que brinda el estado de derecho y el respeto de unos con los otros. Estas empresas requieren que se les deje plantar los naranjos en un espacio en el que puedan crecer y dar fruto. No parece que recientes descalificaciones sin fundamento ayuden en esta labor.

Denigrar a los empresarios es un recurso facilón. Mucho más fácil que hacer que las cosas funcionen. Como es mucho más fácil destruir el trabajo de otros que construir algo nuevo cada día apoyándose en lo logrado el día anterior. Eso es precisamente lo que hacen las empresas familiares generación tras generación.

Quienes insultan y descalifican no solo condenan a los naranjos a marchitarse, sino que también erosionan la libertad, la iniciativa y el entusiasmo que necesitan aquellos que comprometen su vida y arriesgan su hacienda para plantarlos en el lugar y el momento adecuados.

Parece probable que en Valencia sepan más de naranjas que en el lago Balatón, pero es seguro que Juan Roig es un excelente plantador de naranjas, al que lejos de críticas estridentes e ignorantes, debemos agradecerle su iniciativa y compromiso. Por mi parte, como español, pero también como consumidor de sus ingentes tipos de naranjas, no concibo otra cosa que un gran agradecimiento».

 

Andres Sendagorta
Presidente de Sener y Presidente del Instituto de la Empresa Familiar

 

Artículo publicado en Expansión.