Dedicatoria de Marc Puig a la figura de su padre, Mariano Puig.

Todo un referente

Ayer enterramos a mi padre y lo hicimos en una ceremonia muy restringida dadas las circunstancias de la pandemia. En nombre de la familia queremos agradecer todas las muestras de pésame y de afecto recibidas.

Muchas fueron las palabras con que se le homenajeó. Me gustaría compartir con todas las personas a las que les hubiera gustado asistir a la despedida éstas que le dediqué:

He tenido la oportunidad de viajar por el mundo y no hay país, ciudad o lugar en el que no encuentre a alguien que no pregunte por mi padre, que no me explique una anécdota o que no quiera compartir conmigo cómo mi padre le ayudó con un gesto, con una palabra cuando hacía falta, ofreciéndole su ayuda en el momento oportuno. Él llegaba a la gente, tenía el don de captar a las personas y era feliz si podía ayudarlas, si podía resolver un problema.

Recuerdo todavía hoy, cuando siendo yo muy joven y estando en la universidad, con los miedos de la juventud, con mis dudas, que mi padre me llamó un día y con toda la liturgia me dijo que yo era alguien que podía llegar donde quisiera y que creyera en mí. Creo que nunca fue consciente de cómo aquellas palabras, dichas en ese momento, me han acompañado toda la vida. Un ejemplo más de lo que hizo con tantas y tantas personas.

Pero además lo hacía con generosidad. No le gustaba hablar en primera persona. Siempre era un trabajo en equipo, aunque él era el motor, el impulsor, siempre era “nosotros hemos hecho”, y no “yo he hecho”, porque ver triunfar a los demás le hacía feliz.

Raras veces le había oído hablar mal de alguien –aunque los políticos últimamente no salían muy bien parados–, porque siempre sabía encontrar la parte positiva. Y sobre esto se apoyaba.

Tenía además la capacidad de asumir riesgos, una audacia que le hizo ser el emprendedor que fue. Siempre me ha gustado, de sus múltiples anécdotas, la de Max Factor. Cuando en los años cincuenta esta gran marca no ­tenía representante en España y él les comunicó por télex que quería visitarles, le dijeron que no, que ya estaban servidos. Fingiendo que no había recibido la respuesta, volvió a escribir desde Nueva York diciendo que ya estaba de camino, en aquella época en la que cruzar el Atlántico era toda una proeza.

Le volvieron a escribir insistiéndole que no fuera, y él, si­mulando que no había recibido nada, volvió a escribir para decir que llegaba en el siguiente vuelo y que los vería en Los Ángeles. Al llegar, junto a mi madre, muy elegante, vieron a una pareja a la que no pudieron decir que no. Así consiguió hacerse con la ­distribución de una de las marcas de más éxito de Hollywood de la época y hacer crecer el ­proyecto empresarial que lideró durante muchos años y que nunca dejó de impulsar.

Siempre preguntaba cómo iban las ventas. Si lo hubiera preguntado ayer, la respuesta hubiera sido “no hemos hecho nada bueno”, como me dijo una persona sénior de Puig, porque nadie tenía ánimo de trabajar, la gente estaba demasiado impactada y sólo quería compartir anécdotas y experiencias con mi padre.

En estos últimos tiempos he tenido la oportunidad de tener muchas conversaciones con él. No hace mucho me decía: “Marc, lo que hagas, hazlo con ilusión, y haz que la gente se ­ilusione, se entusiasme, que crea que puede hacerlo y lo haga”. Con más de 90 años, y siempre pensando en el futuro, cómo seguir impulsando, y pocas veces mirando atrás. Ha sido un ejemplo para muchos, claramente lo ha sido para mí, y continúa siendo mi referente.

Me decía: “¿Sabes qué pasa, Marc? Me lo paso muy bien, soy muy feliz y lo he sido durante ­todos estos años junto a vuestra madre. Ahora cuidadla”.

Papá, te echaremos de menos. Y mucho.

Marc Puig
Presidente Ejecutivo de Puig y Presidente del Instituto de la Empresa Familiar

Artículo publicado en La Vanguardia