La dimensión empresarial se muestra como uno de los principales factores de competitividad de una economía, teniendo una relación e impacto directo en su capacidad para crecer, para internacionalizarse, para invertir en I+D+i, para impulsar la formación, para crear empleo y, en definitiva, para ser más productiva y competitiva.

Las empresas en general, y las empresas familiares en particular, dependen de su capacidad para crecer, porque una empresa que crece tiene más probabilidades de perdurar en el tiempo.

La dimensión de las empresas tiene un impacto directo en la competitividad del propio tejido empresarial y de la economía en su conjunto.

Según se pone de manifiesto en el estudio La dimensión empresarial como factor de competitividad, una de las variables macroeconómicas que caracterizan la estructura de nuestro tejido empresarial es la pequeña dimensión de las empresas familiares españolas, con respecto a las de la Unión Europea y a las de los países económicamente más avanzados.

Este hecho tiene un impacto directo en la competitividad del propio tejido empresarial y de la economía en su conjunto, impacto que puede ser analizado a través de tres de sus elementos principales, todos ellos herramientas fundamentales para impulsar el crecimiento, la generación de empleo y un mayor bienestar.

Productividad


Las empresas más grandes se encuentran en una mejor posición para influir en elementos que determinan su productividad, como: mejores condiciones para acceder a los mercados financieros, mayor capacidad para captar talento y formar a sus trabajadores, más recursos para hacer frente a un entorno social y normativo complejo y para invertir en innovación o internacionalizarse.

Como consecuencia de un mayor peso de las pymes en el conjunto del tejido empresarial, unido a una menor productividad relativa de este tipo de empresas, se observa en la productividad de las empresas españolas una mayor distancia respecto al resto de sus homólogas europeas

Capacidad para la Internacionalización


La capacidad para llevar a cabo y consolidar procesos de internacionalización de la empresa constituye uno de los indicadores más significativos de un buen desarrollo empresarial.

Existe una estrecha relación entre el grado de internacionalización de una compañía y su tamaño, generando un círculo virtuoso en ambos sentidos. Cuanto mayor es la empresa, mayor es su capacidad para acometer proyectos en el exterior, a la vez que cuanto mayor es su presencia en el exterior, mayor suele ser su potencial de crecimiento.

En el complejo contexto económico que estamos atravesando, las empresas familiares de mayor dimensión han sabido adaptarse para buscar oportunidades más allá de nuestras fronteras, siendo su presencia en el exterior cada vez mas relevante. Esto les permite contar con una visión multidimensional para ser más fuertes y competitivas.

Existe una mayor propensión exportadora de las empresas de mayor tamaño frente a las pymes. Esta diferencia en España es inferior a la media Europa, en donde la diferencia llega a los 15 puntos, frente a los 10 en España . Por otro lado, la facturación de las empresas españolas que proviene del exterior es un 10 % inferior a la media de las empresas europeas Existe, por tanto, un amplio margen de mejora, especialmente para las compañías de menor tamaño.

Es necesario impulsar y fomentar la presencia de las empresas españolas en el exterior como un elemento clave de competitividad que permite ampliar su capacidad de crecimiento y aumentar su diversificación y su fortaleza frente a periodos de crisis.

Comportamiento innovador


El tercer elemento que influye en la capacidad de crecer de las empresas es, sin duda, su comportamiento innovador, entendido éste en su sentido más amplio que incluye tanto innovación tecnológica, como no tecnológica , de producto, proceso u organizacional.

En un mundo globalizado, la innovación empresarial es una herramienta clave de competitividad por la que deben apostar las compañías que buscan aumentar su tamaño.

Al igual que sucede con la actividad exportadora, la mayor propensión a invertir en innovación crece a medida que lo hace la empresa, favoreciendo un círculo virtuoso de crecimiento e inversión. Las empresas que han introducido nuevos bienes o servicios, que han adoptado nuevos procesos productivos o que han implantado nuevos métodos organizativos disfrutan de mayores rentabilidades.

España se encuentra todavía muy lejos del resto de sus socios europeos, enfocándose esta diferencia principalmente en las compañías de menor tamaño lo que limita su capacidad para competir y lastra, por tanto, su capacidad de crecimiento.

La inferior dimensión de nuestras empresas hace que el tejido empresarial en España presente una mayor debilidad y una excesiva dependencia del ciclo económico. En etapas expansivas la economía española es capaz de incrementar su tejido empresarial más que en el resto de Europa, pero en épocas de recesión se invierte fuertemente esta tendencia.

La estabilidad del tejido empresarial, su solidez y su capacidad para superar etapas de crisis tiene un efecto directo también sobre la estabilidad y perdurabilidad del empleo. Cuanto más consistente sea el tejido empresarial, menor será la destrucción de puestos de trabajo en periodos de recesión y mayor será la capacidad de la economía para mantener el empleo y el bienestar social

Uno de los principales retos que ha de acometer la empresa familiar en España es el del crecimiento, imprescindible para para la creación de empleo, la consolidación de la recuperación económica y el mantenimiento y mejora del Estado del Bienestar.

Cada empresa debe encontrar su tamaño idóneo, aquel que le permita competir en su sector en los mercados internacionales, mejorando su productividad y su capacidad para invertir en I+D+i.

El estudio publicado por el Instituto de la Empresa familiar sobre Factores de competitividad analiza detalladamente los rasgos que caracterizan significativamente a las empresas familiares en función de su tamaño y el efecto que cada una de estas variables ejerce en el crecimiento -medido en términos de incremento de ingresos, empleo y activos- y el rendimiento -medido en términos de rentabilidad económica y financiera- de la empresa familiar

Además de trabajar en estos desafíos, hay que velar por fomentar la cultura del emprendimiento y establecer un marco de relaciones institucionales que mejore, o por lo menos no limite, el potencial de crecimiento de las empresas.

Según las empresas familiares, seis son factores que más condicionan el crecimiento empresarial:

  • Mejora de la calidad del capital humano (considerado el más importante)
  • Mercado de trabajo flexible y eficiente
  • Eficiencia de la Administración Pública
  • Disminución de las barreras regulatorias
  • Fiscalidad moderada y simplificación impositiva y estable
  • Mercados financieros desarrollados